viernes, 4 de diciembre de 2009

Óscar Caballero cita a Teodoro Bardají


Óscar Caballero

Foto de la cubierta del libro La dietAtlántica

Hace un par de semanas, al poco de iniciar la lectura de La dietAtlántica, descubrí los Caramujos y me faltó tiempo para presentarlos en Frutos del Mar. Lentamente, pero voy avanzando en la lectura de este libro, que me resulta de extraordinario interés.

Ayer, ya en el Capítulo VIII, de título; Paleonto/ilógica: ¿Qué fue primero, el pez o la gallina?, donde nos descubre que el interés por las cosas del mar es bastante reciente viene a comentar que el primer buzo equipado y la ciencia del siglo XX provocaron la aceleración de los descubrimientos.

Y enseguida leemos:

Ya queda claro, espero, que algo tienen que ver la rana y el autor y el lector y el mar y la evolución: nosotros todos. Y del diccionario a un primo lejano, el Indice Culinario de Bardají:

Rana. Este reptil batracio es uno de los casos más raros en la Historia Natural. En las superficies de estanques y lagunas se ven rebullir unos animalitos de cola carnosa y cabeza enorme, grotesca; son las futuras ranas, lla­mándose estos gérmenes renacuajos, cabezudos y en algunas regiones cucha­retas. Pronto cambia de forma y existencia, se convierte en un ser absolu­tamente nuevo. El cuerpo se alarga, la piel se infla, le nacen brazos y piernas, los dientes aparecen, la cabeza parece desprenderse del nuevo cuerpo, y, por fin, el animal metamorfoseado abandona su cola como un lastre inútil. El pez se convirtió en reptil; a las branquias suceden los pulmones; de her­bívoro se transformó en carnívoro; de acuático, en anfibio; con sólo su transformación conquistó un elemento: ¡la Tierra! El «cabezudo» de ayer es la rana de hoy, cuyas ancas, sabrosamente preparadas, hacen las delicias de tantos gastronómos. Todo el mundo sabe que Galvani, haciendo varias experiencias con ranas, encontró fuerzas eléctricas que fueron base para descubrimientos posteriores tan grandes como el telégrafo, el teléfono, el cinematógrafo, el gramófono, la luz eléctrica, la electroquímica, el elec­tromagnetismo y otros que glorifican al minúsculo animalito. Las ranas constituyen un alimento sano, ligero y de digestión fácil, sobre todo en otoño, que es la estación más a propósito para consumidas; conviene espe­cialmente a los enfermos y convalecientes.

Que citen a Bardají no me extraña. Pero en ese contexto ya resulta más sorprendente. Me atrevo pues a hacer este comentario, con la finalidad de que mi amigo Teodoret, de Cuadernos Bardajinianos, no se quede sin conocer este curioso detalle, del libro de Óscar Caballero, que cada día nos depara nuevas sorpresas.


Teodoro Bardají

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